En abril del 2004, una explosión en la represa Acaray II derramó 600 litros de aceite PCB, altamente tóxico, al río Paraná. La ANDE minimizó la gravedad del accidente y 17 trabajadores fueron contaminados.
Por Claudia Cardozo y Andrés Colmán Gutiérrez|CIUDAD DEL ESTE
"Escuché un zumbido muy fuerte, señal de que algo andaba mal. Apagué rápidamente el selector 3, pero ya no hubo caso. Fue como en las películas: se formó una enorme bola de fuego que subió rápidamente hasta el techo y enseguida el denso humo negro, en forma de hongo. Sentí un calor terrible y un golpe muy fuerte. Intenté correr, pero me resbalé y me caí. El piso de la sala de máquinas ya estaba lleno del aceite, que también se derramaba por las paredes...".
Luis Acuña, técnico del Departamento Central de Acaray, todavía tiembla al recordar lo sucedido aquel trágico mediodía del 28 de abril de 2004, cuando se produjo "el más grave accidente en una represa hidroeléctrica en toda América Latina", acerca del cual hasta ahora se reveló muy poco o nada, ya que la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), en ese momento presidida por Martín González, negó informes y accesos a la prensa, y manejó con total hermetismo lo acontecido.
"A las 12.15 se produjo una explosión simultánea de los reactores R3 y R4, en la sala de máquinas. Cada uno contenía 300 litros del aceite químico PCB (bifenilos policlorados), conocido como Askarel. Estábamos cuatro funcionarios, con los compañeros Antonino González, Estanislao Ayala e Isabelino Álvarez. Estos dos últimos directamente ingirieron el aceite que se les derramó sobre la cara, y resultaron los más afectados", recuerda Luis Acuña, quien era responsable técnico de maniobras para poner en marcha un transformador de servicios auxiliares.
"Me levanté y traté de salir, pero entonces vi tendido en el piso al operador, Isabelino Álvarez. Los otros dos estaban cerca, totalmente empapados con el aceite. Nos salvamos por milagro, ya que una barandilla de protección evitó que cayéramos a un pozo de 30 metros de profundidad. Tratamos de ayudarnos y salir, cuando entraron otros compañeros a rescatarnos", relata Acuña.
Los heridos fueron derivados al Hospital Área 2 de Ciudad del Este. "Los que asistimos a los heridos fuimos los propios compañeros, ya que las autoridades de la ANDE no reaccionaron. El Hospital pidió 28 millones de guaraníes y los directivos no quisieron firmar el cheque. Desde entonces empezó nuestra lucha por recibir una adecuada asistencia a un grave accidente laboral", dice Bonifacio Alcaraz, encargado de seguridad del medio ambiente en la usina.
MÁS CONTAMINADOS. Aunque en aquella oportunidad fueron 4 los trabajadores directamente afectados por el accidente, en pocos meses más el número de víctimas ascendió a 17 personas, ya que luego de un presunto periodo de descontaminación que duró dos meses, la ANDE permitió que se volviera a ingresar a la sala de máquinas para seguir trabajando, sin asegurarse de que los efectos tóxicos hayan sido totalmente eliminados.
"En ese momento conocíamos muy poco sobre la alta toxicidad del Askarel. Hoy sabemos que es un producto muy nocivo, que una vez derramado tarda entre 70 a 100 años en desaparecer sus efectos venenosos, porque no es biodegradable. Es así que muchos de los que entramos a trabajar en el sitio, luego descubrimos que también nos afectó gravemente en la salud respirar en ese ambiente viciado", afirma Luis Alberto Fernández, delegado del Sindicato de Trabajadores de la ANDE (Sitrande) y uno de los que resultaron posteriormente contaminados.
Desde entonces, a través de una serie de medidas gremiales, los trabajadores víctimas del accidente exigieron a la compañía estatal de electricidad un plan de asistencia médica que permita tratar y mitigar los daños a la salud. La mayoría de ellos desarrollaron cuadros hepáticos y se les aceleró la presencia de otras enfermedades. Isabelino, el más afectado, se volvió dependiente de la insulina.
QUÉ ES EL ASKAREL
Los bifenilos policlorados (PCB), cuyo nombre comercial es Askarel, forman un aceite químico sintético, no inflamable, que se utiliza principalmente como fluido aislante en equipos eléctricos (reactores y transformadores).
Su descomposición por arco eléctrico produce una mezcla gaseosa, con gran proporción de ácido clorhídrico (HCL), muy venenoso. A temperatura de 300 a 600 grados sufre oxidación parcial, generando compuestos de dibezodioxinas policloradas (dioxinas) y dibenzofuranos policlorados (furanos), altamente tóxicas. No es biodegradable y, una vez derramado, tarda entre 70 a 100 años en diluirse, lapso en que sigue actuando como elemento contaminante.
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